Y CUANDO LLEGÓ LA 179ª NOCHE
Ella dijo:
"Y así es, poco más o menos, la
adolescente princesa Budur, hija del rey Ghayur.
"Pero también he de decirte, ¡oh
Maimuna! que el rey Ghayúr amaba en extremo a su hija El-Sett Budur, cuyas
perfecciones acabo de enumerarte sencillamente, y la quería con afecto tan
vivo, que su placer era ingeniarse para darle cada día una distracción nueva.
Pero como pasado cierto tiempo ya se les agotaron toda clase de diversiones,
pensó en darle goces diferentes, construyendo para ella palacios maravillosos.
Empezó la serie por la edificación de siete, cada cual de estilo distinto y de
diversa materia preciosa. Así, mandó construir el primero todo de cristal, el
segundo de alabastro diáfano, el tercero de porcelana, el cuarto de mosaicos de
pedrería, el quinto de plata, el sexto de oro y el séptimo sólo de perlas y
diamantes. Y el rey Ghayur no dejó de mandar que cada palacio se adornase de la
manera más adecuada al estilo de su construcción: reunió en ellos todos los
atractivos que pudieran hacer su uso todavía más encantador, cuidando, por
ejemplo, y sobre todo, de la belleza de sus estanques y jardines.
"Y para distraer a su hija Budur la
hizo habitar en estos palacios, pero sólo un año en cada uno, a fin de que no
tuviera tiempo de cansarse y el placer sucediera sin fatiga al placer.
"¡Es natural que en medio de tantas
cosas bellas, la belleza de la joven se afinara, y llegara por último al estado
supremo que hubo de encantarme!
"De tal modo, que no te pasmarás,
¡oh Maimuna! si te digo que todos los reyes vecinos a los Estados del rey
Ghayur deseaban ardientemente casarse con la joven de fastuoso trasero. Pero he
de apresurarme, no obstante, a tranquilizarte respecto a su virginidad, pues
hasta ahora rechazó con horror las proposiciones que su padre le transmitiera,
y contentose con responderle cada vez: "¡Soy mi propia reina y mi única
dueña! ¿Cómo he de soportar que un hombre roce un cuerpo que tolera apenas el
contacto de la seda?"
"Y el rey Ghayur, que habría
preferido la muerte a contrariar a Budur, no encontraba nada que replicar, y se
veía forzado a no atender a las peticiones de los reyes vecinos suyos y de los
príncipes que con tal fin iban a su reino desde lo países más remotos. Y un día
que un rey joven, más bello y poderoso que los demás, se presentó después de haber
enviado muchos regalos preparatorios, el rey Ghayur habló de él a Budur, que,
indignada esta vez, estalló en reconvenciones, y exclamó: "¡Ya veo que no
me queda más que un medio de acabar con este tormento continuo! ¡Voy a coger
ese alfanje que veo ahí, y clavármelo de punta en el corazón para que me salga
por la espalda! ¡Por Alah! ¡No tengo otro recurso!"
Y como se disponía de
veras a emplear tal violencia consigo misma, el rey Ghayur se asustó de tal
modo, que sacó la lengua, y sacudió la mano, y puso los ojos en blanco; y
después se apresuró a confiar a Budur a diez viejas muy listas y llenas de
experiencia, una de las cuales fue la propia nodriza de Budur. Y desde entonces
las diez viejas no la dejan un momento y vigilan sucesivamente a la puerta de
su habitación".
Y he aquí, ¡oh mi señora Maimuna! el
estado actual de las cosas. Y yo no ceso, ciertamente, de ir todas las noches a
contemplar la belleza de la princesa y a ensancharme los sentidos viendo sus
esplendores. Y puedes creer que no me faltan tentaciones de cabalgarla y
deleitarme con su trasero; pero pienso que sería una lástima atentar, a
disgusto de la propietaria, contra una suntuosidad tan bien guardada. Sin
embargo, ¡oh Maimuna! disfruto algo de ella durante su sueño; la beso, por
ejemplo, entre los dos ojos, suavemente, aunque me dan ganas muy grandes de
hacerlo con fuerza; pero desconfío de mí mismo, sabiendo que no podré
contentarme si empiezo, y prefiero abstenerme del todo por temor de estropear a
la joven.
"Te conjuro, pues, ¡oh Maimuna! a
que vengas conmigo a ver a mi amiga Budur, cuya belleza te encantará, sin duda
alguna, y cuyas perfecciones te garantizo que han de entusiasmarte. ¡Vamos, ¡oh
Maimuna! al país del rey Ghayur para admirar a El-Sett Budur!"
Así habló el efrit Dahnasch, hijo del
rápido Schamhurasch.
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
*(Nota del traductor: Como las noches anteriores ocupan cada una pocos renglones en el texto árabe, he suprimido las indicaciones de su orden numérico para no interrumpir el relato con demasiada frecuencia. Lo mismo procederé en adelante, siempre que se presente el mismo caso.)
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