Y CUANDO LLEGÓ LA 327ª NOCHE
Ella dijo:
"...porque no te juzgo malhadado manjar, digno de mis miradas, ni casi de mi trasero. ¡Te escupo encima y abomino de ti!"
Y nada más por lo que a él respecta.
Veamos en cuanto al tercer festín. Como en las dos circunstancias anteriores, los pregoneros vocearon el mismo anuncio, y se hicieron iguales preparativos; y el pueblo se congregó en el pabellón, los guardias se colocaron ordenadamente, y el rey se sentó en el trono. Y todo el mundo se puso a comer, a beber y a regocijarse, y la multitud se amontonaba por todas partes, menos delante de la fuente de arroz con leche, que permanecía intacta en medio del salón, mientras todos los comensales le volvían la espalda. Y de pronto entró un hombre de barbas blancas, se dirigió hacia aquel lado y se sentó para comer, a fin de que no lo ahorcaran. Y Zumurrud le miró, y vio que era el viejo Rachideddín, el miserable cristiano que la había hecho raptar por su hermano Barssum.
Efectivamente; como Rachideddín vio que pasaba un mes sin que volviera su hermano, al cual había enviado en busca de la joven desaparecida, resolvió partir en persona para tratar de dar con ella y el Destino le llevó a aquella ciudad hasta aquel pabellón, delante de la fuente de arroz con leche.
Al reconocer al maldito cristiano, Zumurrud dijo para sí: "¡Por Alah! ¡Este arroz con leche es un manjar bendito, pues me hace encontrar a todos los seres maléficos! Tengo que mandarlo pregonar algún día por toda la ciudad como manjar obligatorio para todos los ciudadanos. ¡Y mandaré ahorcar a quienes no les guste!
Entretanto, voy a emprenderla con ese viejo criminal." Y dijo a los guardias: "¡Traedme al del arroz!" Y los guardias, acostumbrados ya, vieron al hombre, en seguida se precipitaron sobre él y le arrastraron por las barbas a presencia del rey, que le preguntó: "¿Cómo te llamas? ¿Cuál es tu profesión? ¿Y por qué has venido aquí?" El contestó: "¡Oh rey afortunado, me llamo Rustem, pero no tengo más profesión que la de pobre, la de derviche!" Zumurrud gritó: "¡Tráiganme la arena y la pluma!" Y se las llevaron. Y después de haber extendido ella la arena y haber trazado figuras y caracteres, estuvo reflexionando una hora, al cabo de la cual levantó la cabeza y dijo:
"¡Mientes delante del rey, maldito! ¡Te llamas Rachideddín, y tu profesión consiste en mandar raptar traidoramente a las mujeres de los musulmanes para encerrarlas en tu casa; en apariencia profesas la fe del Islam, pero en el fondo del corazón eres un miserable cristiano corrompido por los vicios! ¡Confiesa la verdad, o tu cabeza saltará ahora mismo a tus pies!" Y el miserable, aterrado, creyó salvar la cabeza confesando sus crímenes y actos vergonzosos. Entonces Zumurrud dijo a los guardias:
"¡Echadle al suelo y dadle mil palos en cada planta de los pies!" Y así se hizo inmediatamente. Entonces dijo Zumurrud: "¡Ahora lleváoslo, desolladle, rellenadle con hierba podrida y clavadle con los otros dos a la entrada del pabellón! ¡Y sufra su cadáver la misma suerte que la de los otros dos perros!" Y en el acto se ejecutó todo.
Después, todo el mundo reanudó la comida, haciéndose lenguas de la sabiduría y ciencia adivinatoria del rey y ponderando su justicia y equidad.
Terminado el festín, el pueblo se fue y la reina Zumurrud volvió a palacio. Pero no era feliz en su intimidad, y decía para sí: "¡Gracias a Alah, que me ha apaciguado el corazón ayudándome a vengarme de quienes me hicieron daño! ¡Pero todo ello no me devuelve a mi amado Alischar! ¡Sin embargo, el Altísimo es al mismo tiempo el Todopoderoso, y puede hacer cuanto quiera en beneficio de quienes le adoran y lo reconocen como único Dios!" Y conmovida al recordar a su amado, derramó abundantes lágrimas toda la noche, y después se encerró con su dolor hasta principios del mes siguiente.
Entonces el pueblo se reunió otra vez para el banquete acostumbrado, y el rey y los dignatarios tomaron asiento, como solían, bajo la cúpula. Y había empezado ya el banquete, y Zumurrud había perdido la esperanza de volver a ver a su amado, y rezaba interiormente esta oración: "¡Oh tú que devolviste a lussuf a su anciano padre Jacob, que curaste las llagas incurables del santo Ayub, abrígame en tu bondad, que vuelva a ver también a mi amado Alischar! ¡Eres el Omnipotente, oh señor del universo! ¡Tú que llevas al buen camino a quienes se descarrían, tú que escuchas todas las voces, y atiendes a todos los votos, y haces que el día suceda a la noche, devuélveme a tu esclavo Alischar!"
Apenas formuló interiormente aquella invocación, entró un joven por la puerta del meidán, y su cintura flexible se plegaba como se balancea la rama del sauce a impulso de la brisa. Era hermoso cual la luz es hermosa, pero parecía delicado y algo fatigado y pálido. Buscó por doquiera un sitio para sentarse y no encontró libre más que el cercano a la fuente del consabido arroz con leche. Y allí se sentó, y le seguían las miradas espantadas de quienes le creían perdido, y ya lo veían desollado y ahorcado.
Y a la primera mirada conoció Zumurrud a Alischar. Y el corazón le empezó a palpitar apresuradamente y le faltó poco para exhalar un grito de júbilo. Pero logró vencer aquel movimiento irreflexivo para no traicionarse a sí misma delante del pueblo. Sin embargo, era presa de intensa emoción, y las entrañas se le agitaban y el corazón le latía cada vez con más fuerza.
Y quiso tranquilizarse por completo antes de llamar a Alischar.
He aquí lo ocurrido a éste. Cuando se despertó...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
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