Y CUANDO LLEGÓ LA 325ª NOCHE
Ella dijo:
..Escandalizado entonces uno de sus vecinos, le dijo: "¿No te da vergüenza tender la mano hacia lo que está lejos de tu alcance y apoderarte de una fuente tan grande para ti solo? ¿Ignoras que la educación nos enseña a no comer más que lo que tenemos delante?" Y otro añadió: "¡Ojala que ese manjar te pese en la barriga y te trastorne las tripas!" Y otro muy chistoso, gran aficionado al haschich, le dijo: "¡Eh, por Alah! ¡Repartamos! ¡Acerca eso, que tome yo un bocado, o dos o tres!"
Pero Barssum le dirigió una mirada despreciativa, y le gritó con violencia: "¡Ah maldito devorador de haschich! ¡Este noble manjar no se ha hecho para tus mandíbulas! ¡Está destinado al paladar de los emires y gente delicada!"
Y se preparaba a meter otra vez los dedos en la deliciosa pasta, cuando Zumurrud, que lo observaba hacía un rato, lo conoció, y mandó hacia él a cuatro guardias diciéndoles: "¡Id en seguida a apoderaros de ese individuo que come arroz con leche, y traédmelo!" Y los cuatro guardias se precipitaron sobre Barssum, le arrancaron de entre los dedos el bocado que iba a tragar, le echaron de cara contra el suelo y le arrastraron por las piernas hasta delante del rey, entre los espectadores asombrados, que enseguida dejaron de comer, cuchicheando unos junto a otros: "¡Eso es lo que se saca por ser glotón y apoderarse de la comida de los demás!". Y el comedor de haschich dijo a los que le rodeaban: "¡Por Alah! ¡Qué bien he hecho en no comer con él ese excelente arroz con leche! ¡Quién sabe el castigo que le darán!" Y todos empezaron a mirar atentamente lo que iba a ocurrir.
Zumurrud, con los ojos encendidos por dentro, preguntó al hombre: "Dime, hombre de malos ojos azules, ¿cómo te llamas y cuál es el motivo de tu venida a este país?" El miserable cristiano, que se había puesto turbante blanco, privilegio de los musulmanes, dijo: "Oh nuestro señor el rey, me llamo Alí y tengo el oficio de pasamanero. He venido a este país a ejercer mi oficio y a ganarme la vida con el trabajo de mis manos".
Entonces Zumurrud dijo a uno de sus eunucos: "¡Ve pronto a buscar en mi mesa la arena adivinatoria y la pluma de cobre que me sirve para trazar las líneas geománticas!" Y en cuanto se ejecutó su orden, Zumurrud extendió cuidadosamente la arena adivinatoria en la superficie plana de la mesa, y con la pluma de cobre trazó la figura de un mono y algunos renglones de caracteres desconocidos. Después de lo cual recapacitó profundamente un rato, levantó de pronto la cabeza y con voz terrible que fue oída por toda la muchedumbre le gritó al miserable: "¡Oh perro! ¿Cómo te atreves a mentir a los reyes? ¿No eres cristiano y no te llamas Barssum? ¿Y no has venido a este país para buscar una esclava raptada por ti en otro tiempo? ¡Ah perro! ¡Ah maldito! ¡Ahora mismo vas a confesar la verdad que me acaba de revelar tan claramente la arena adivinatoria!"
Aterrado el cristiano al oír estas palabras cayose al suelo juntando las manos, y dijo: "¡Perdón, oh rey del tiempo! ¡No te engañas! ¡En efecto (preservado seas de todo mal), soy un innoble cristiano y vine aquí con la intención de apoderarme de una musulmana a quien rapté y que huyó de nuestra casa!".
Entonces Zumurrud en medio de los murmullos de admiración de todo el pueblo, que decía: "¡Ualah! ¡No hay en el mundo un geomántico lector de arena comparable con nuestro rey!"; llamó al verdugo y a sus ayudantes y les dijo: "Llevaos a ese miserable perro fuera de la ciudad, desolladle vivo, rellenadle con hierba de la peor calidad y volved y clavad la piel en la puerta del meidán!
En cuanto al cadáver, hay que quemarlo con excrementos secos y enterrar en el albañal lo que sobre". Y contestaron oyendo y obedeciendo, y se llevaron al cristiano, y lo ejecutaron según la sentencia, que al pueblo le pareció llena de justicia y cordura.
Los vecinos que habían visto al miserable comer el arroz con leche no pudieron dejar de comunicarse mutuamente sus impresiones. Uno dijo: "¡Ualah! ¡En mi vida volveré a dejarme tentar por ese plato, aunque me gusta en extremo! ¡Trae mala sombra!" Y el comedor de haschich exclamó, agarrándose el vientre porque tenía cólico de terror: "¡Ualah! ¡Mi buen destino me ha librado de tocar a ese maldito arroz con canela!" ¡Y todos juraron no volver a pronunciar ni el nombre del arroz con leche!
A todo esto, entró un hombre de aspecto repulsivo, que se adelantó rápidamente, atropellando a todo el que hallaba a su paso, y viendo todos los sitios ocupados menos alrededor de la fuente del arroz con leche, se acurrucó delante de ella y en medio del espanto general se dispuso a tender la mano para comerlo.
Y Zumurrud enseguida conoció que aquel hombre era su raptor, el terrible Djiwán el kurdo, uno de los cuarenta de la gavilla de Ahmad Ed-Danaf. El motivo que lo llevaba a la ciudad no era otro que buscar a la joven, cuya fuga le había inspirado un furor espantoso cuando estaba ya preparado a cabalgarla con sus compañeros. Y se había mordido la mano de desesperación y había jurado que la encontraría, aunque estuviera escondida detrás del monte Cáucaso, u oculta como el alfónsigo en la cáscara. Y había salido a buscarla, y había acabado de llegar a la ciudad consabida, y por entrar con los demás en el pabellón para que no le ahorcaran...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
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