dijous, 3 d’agost del 2017

LA 117ª NOCHE


Y CUANDO LLEGO LA 117ª NOCHE
Ella dijo al rey Schahriar:

He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que el visir Dandán prosiguió de este modo la historia del hermoso Aziz:

Y como mi pobre prima Aziza me amaba de veras, llegó al límite del enternecimiento al verme tan apesadumbrado. Y contestó: "¡Sobre mi cabeza y sobre mis ojos! Pero ¡oh Aziz! ¡Cuánto mejor sería que yo te ayudase! pero no puedo salir, porque estando próxima a casarme tengo que permanecer en casa. Sin embargo, desde el momento que no puedo ser un lazo de unión entre ambos, te aconsejaré con mis palabras. Vuelve esta noche al mismo sitio, ¡y resiste a la tentación del sueño! Y para lograrlo evita el comer, pues el alimento entumece los sentidos y los afloja.

Cuida de no dormirte, y verás llegar a tu amada al promediar la noche. ¡Alah te tenga bajo su protección y te defienda de las perfidias!"

Deseé con toda mi alma que viniese la noche cuanto antes, y cuando me disponía a salir me detuvo Aziza un momento para decirme: "Te encargo que cuando la joven te haya concedido lo que deseas, no olvides recitarle la estrofa que te he enseñado". Y yo contesté: "Escucho y obedezco".

Y salí de la casa.

Llegué al jardín, y encontré el salón magníficamente iluminado, con las bandejas cargadas de manjares, pasteles, frutas y flores. Y apenas el perfume de las flores, y de los manjares, y de todas aquellas delicias me llegó a la nariz, no se pudo contener mi alma, y comí de todo hasta hartarme, y bebí hasta la dilatación completa de mi vientre. Me sentí muy alegre, empecé a parpadear, y queriendo vencer el sueño traté de abrirme los ojos con los dedos, pero fué en vano.

Entonces me dije: "Voy a echarme un poco, el tiempo preciso para descansar la cabeza en el almohadón, y nada más. ¡Pero no dormiré!" Y enseguida cogí un almohadón, y apoyé en él la cabeza.

Pero he aquí que me desperté al día siguiente cuando amanecía, y me vi tendido, no en la sala espléndida, sino en una miserable habitación que probablemente serviría para los palafreneros. Y sobre mi vientre tenía un hueso de pata de carnero, una pelota, huesos de dátiles y granos de algarrobas; y junto a esto, a mi lado, dos dracmas y un cuchillo. Entonces me levanté lleno de confusión, sacudí aquella basura, y enfurecido con lo que me sucedía, sólo recogí el cuchillo. Inmediatamente me dirigí a mi casa, donde encontré a la pobre Aziza, que recitaba estas estrofas:

¡Lágrimas de mis ojos! ¡Habéis destrozado mi corazón y aniquilado mi cuerpo!
¡Y mi amigo es cada vez más cruel! ¡Pero no es dulce sufrir por el amigo cuando es tan hermoso!
¡Oh amado Aziz! ¡Has llenado de pasión mi alma, y has abierto en ella abismos de dolor!
Entonces, lleno de despecho, le llamé bruscamente la atención, dirigiéndole dos o tres injurias. Pero lo soportó con paciencia, se secó los ojos, vino hacia mí, me echó los brazos al cuello, y me estrechó con toda su fuerza contra su corazón, mientras que yo trataba de rechazarla, y me dijo: "¡Oh mi pobre Aziz! ya veo que también te has dormido esta noche".

Y como no podía más, me dejé caer sobre la alfombra lleno de rabia, y tiré a lo lejos el cuchillo. Aziza cogió entonces un abanico, se sentó a mi lado, y comenzó a abanicarme, diciéndome que todo se arreglaría. Y a instancias suyas, le enumeré todo lo que había encontrado sobre mi cuerpo al despertarme.

Y le dije: "¡Por Alah! explícame qué significa todo eso". Y ella contestó: "¡Ah Aziz mío! ¿No te había encargado que para evitar el sueño resistieras a la tentación de comer?"

Pero yo le interrumpí: "Explícame el significado de esas cosas". Y ella dijo: "Sabe que la pelota representa..."

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y aplazó su relato discretamente.


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