Y CUANDO LLEGÓ LA 262ª NOCHE
Ella dijo:
...Y se envolvió en su velo y fué a casa de la divorciada, en donde vio a Grano-de-Belleza en el vestíbulo. Le saludó, y le dijo: "Vengo a buscar a la joven divorciada, para untarle el cuerpo con pomadas, Si como hago todos los días, a fin de curarle la lepra que la ha atacado. ¡Pobre mujer!"
Y Grano-de-Belleza exclamó: "¡Alah me libre! ¡Cómo, buena mujer! ¿Esa joven está enferma de lepra? ¡Y yo que tenía que acostarme con ella esta noche! Porque soy el Desligador elegido por su anterior esposo". Y la vieja contestó: "¡Oh hijo mío, preserve Alah tu hermosa juventud! ¡Créeme! ¡Harás bien en abstenerte de copular!" Y le dejó confuso, y entró a ver a la divorciada, a la cual convenció de lo mismo respecto al joven que había de servir de Desligador. Y le aconsejó la abstinencia para evitar el contagio. Y después se marchó.
En cuanto a Grano-de-Belleza, siguió esperando una seña de la joven para entrar en su aposento. Pero aguardó mucho tiempo sin que se presentase más que un esclavo con una fuente de comida. Comió y bebió, y luego, para matar el tiempo, recitó una sura del Corán, y después empezó a tararear algunas estrofas con voz más suave que la del joven David en presencia de Saúl.
Cuando la joven oyó desde dentro aquella voz, pensó: "¿Cómo habrá mentido esa malhadada vieja? ¿Puede un leproso tener voz tan hermosa? ¡Por Alah! Voy a llamarle y a enterarme por mí misma si la vieja ha mentido. Pero antes voy a contestarle". Y cogió un laúd indio, que templó sabiamente, y con voz capaz de parar el vuelo de las aves en el fondo del cielo, cantó:
¡Amo a un gamo joven de dulces ojos lánguidos! ¡Es tan esbelta su cintura, que las ramas flexibles aprenden a ondular viéndole balancearse!
Cuando Grano-de-Belleza oyó las primeras notas de aquel canto, dejó de tararear y escuchó con entusiástica atención. Y dijo para sí: "¿Qué me decía la vieja vendedora de pomadas? ¡Por Alah! ¡Ha debido mentir! ¡Tan bella voz no puede ser de una leprosa!" Y enseguida, tomando el tono de las últimas notas que acababa de oír cantó con voz capaz de hacer bailar a los peñascos:
¡Mi saludo va hacia la fina gacela que se oculta del cazador, y lleva mi tributo a las rosas dispersas por el vergel de sus mejillas!
Y dijo aquello con tal acento, que la joven, seducida por la emoción, corrió a descorrer las cortinas que la separaban del mancebo, y se ofreció a su vista como la luna que súbitamente se desprende de una nube; le hizo seña de que entrara en seguida, y le precedió moviendo las caderas de tal modo, que habría puesto en pie a un anciano impedido. Y Grano-de-Belleza se asombró de su hermosura, de su lozanía y de su juventud. Pero no se atrevía a acercarse a ella, asediado por el temor del posible contagio.
Mas de pronto la joven, sin decir palabra, en un momento se quitó la camisa y el calzón, que tiró a lo lejos, y se le apareció completamente desnuda, tan limpia como la plata virgen, y tan firme y esbelta como el tronco de una palmera tierna.
A su vista, Grano-de-Belleza notó que se le movía la herencia de su venerable padre, el niño encantador que llevaba entre los muslos. Y como percibía distintamente su apremiante llamamiento, quiso entregarlo, para que se tranquilizase, a la joven, que debía de saber en dónde colocarlo. Pero ella le dijo: "¡No te acerques! ¡Temo que me pegues la lepra que tienes en el cuerpo!"
Al oír estas palabras, Grano-de-Belleza, sin contestar, se quitó toda la ropa, y después la camisa y los calzones, que tiró lejos, y apareció en perfecta desnudez, tan límpido como el agua de sierra y tan intacto como el ojo de un niño.
Entonces la joven ya no dudó de que la vieja alcahueta había empleado una estratagema, a instigación de su primer esposo, y deslumbrada por los hechizos del joven, corrió a él, le envolvió en sus brazos, y le arrastró a la cama, en la cual cayeron juntos. Y jadeante de deseo, le dijo: "¡Prueba tus fuerzas, ¡oh jeique Zacarías! padre potente de nervios gordos!"
Ante aquel llamamiento tan formal, Grano-de-Belleza cogió por las caderas a la joven, y asestó el robusto y dulce nervio en dirección a la puerta de los triunfos y empujándolo hacia el corredor de cristal, lo hizo llegar rápidamente a la puerta de las victorias. Después lo desvió del camino real, y lo impulsó con brío por el atajo hacia la puerta del montador; pero como el nervio vacilaba ante lo angosto de aquella puerta amurallada, forzó el paso desfondando la tapa del tarro, y se encontró entonces en su casa, como si el arquitecto hubiera tomado las medidas por ambos lados a la vez. Luego siguió su excursión, visitando lentamente el zoco del lunes, el mercado del martes, el bazar del miércoles, y los puestos del jueves. Y habiendo desatado así todo que tenía que desatar, descansó, como buen musulmán, a la entrada del viernes.
Y tal fué el viaje de prueba de Grano-de-Belleza y de su niño por el jardín de la muchacha...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
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