dissabte, 8 d’agost del 2020

LA 381ª NOCHE

Y CUANDO LLEGÓ LA 381ª NOCHE
Ella dijo:

"¡... Es licor de hombre, ¡oh Emir de los Creyentes!" El califa preguntó: "¿Y cuál puede ser su origen inmediato?"

Muy perplejo y sin querer afirmar una cosa que le hubiera atraído la enemistad de Sett Zobeida, el kadí se puso a mirar al techo como si reflexionase, y divisó en una grieta el ala de un murciélago que se había metido allí.

Y le iluminó el entendimiento una idea salvadora, y dijo: "¡Dame una lanza, oh Emir de los Creyentes!" El califa le entregó una lanza, y Abi-Yussuf pinchó con ella al murciélago, que hubo de caer pesadamente. Entonces dijo el kadí: "¡Oh Emir de los Creyentes! ¡Los libros de medicina nos enseñan que el murciélago tiene un licor que se parece de un modo asombroso al del hombre. Sin duda que el delito lo cometió él mirando a Sett Zobeida dormida! ¡Ya ves que acabo de castigarle con la muerte!"

Aquella explicación satisfizo completamente al califa, que sin dudar ya de la inocencia de su esposa, colmó de presentes al kadí en prueba de gratitud. Y por su parte, Sett Zobeida, en el límite del júbilo, le hizo suntuosos regalos y le invitó a quedarse con ella y el califa para comerse algunos frutos y primicias que les habían llevado. El kadí se sentó en la alfombra entre el califa y Sett Zobeida, y Sett Zobeida mondó un plátano y le dijo, ofreciéndoselo: "En mi jardín tengo otras frutas raras en esta época del año; ¿las prefieres a los plátanos?"

El kadí contestó: "Tengo por norma ¡oh mi señora! no sentenciar nunca acerca de lo que no conozco. ¡Es preciso, pues, que vea esas primicias para compararlas con estas primicias y dar luego mi opinión sobre sus respectivas excelencias!" Sett Zobeida hizo que cogieran las primicias de su jardín y se las trajeran enseguida, y cuando las probó el kadí, le preguntó: "¿Qué frutas prefieres ahora?" El kadí sonrió con suficiencia, miró al califa, después a Sett Zobeida, y les dijo: "¡Por Alah, que es muy difícil la respuesta! ¡Porque si prefiero una de estas frutas, condenaré la otra, y me expongo así a la indigestión que el rencor de esta última me ocasionaría!"

¡Y al oír semejante respuesta, Al-Raschid y Sett Zobeida se echaron a reír de tal modo, que se cayeron de espaldas!

Y como Schehrazada notó por ciertos indicios que el rey Schahriar parecía condenar sin misericordia a Sett Zobeida; culpándola a ella sola del delito, se apresuró a contarle, para distraerle, la siguiente anécdota:

¿MACHO O HEMBRA?

Entre diversas anécdotas del gran Khosrú, rey de Persia, cuentan que este rey era muy aficionado al pescado. Un día en que estaba sentado en su terraza, con su esposa la bella Schirín, llegó un pescador que le llevaba como presente un pez de tamaño y hermosura extraordinarios. Maravillado quedó el rey con aquel presente, y ordenó que dieran al pescador cuatro mil dracmas. Pero la bella Schirín, que jamás aprobada la generosa prodigalidad del rey, esperó a que el pescador se fuera, y dijo: "No conviene ser pródigo hasta el punto de dar a un pescador cuatro mil dracmas por un solo pez. Deberías hacer que te devolviera esa suma, porque si no, en lo sucesivo, cuantos te traigan un presente regularán sus pretensiones tomando como punto de partida ese precio; ¡y no podrás entonces complacerles!"

El rey Khosrú contestó: "¡Pero sería indigno de un rey admitir de nuevo lo que dio! ¡Olvidemos, pues, lo pasado!" Pero Schirín contestó: "No, no es posible dejar así la cosa. Hay un medio de recuperar la suma sin que el pescador ni nadie tenga nada que decir. No tienes más que hacer venir otra vez al pescador y preguntarle: "¿Es macho o hembra el pez que me has traído?" Si te contesta es macho, se lo devuelves, diciendo: "¡Lo que yo quiero es una hembra!"; y si te dice que es hembra, se lo devuelves también, diciendo: "¡Lo que yo quiero es un macho!"

El rey Khosrú, que amaba con un amor extremado a la bella Schirín, no quiso contrariarla, y aunque a disgusto; se apresuró a hacer lo que le aconsejaba ella. Pero el pescador era un hombre dotado precisamente de un ingenio muy fino, y cuando Khosrú, después de llamarle, le preguntó: "¿Es macho o hembra el pez?", besó la tierra y contestó: "¡Ese pez ¡oh rey! es hermafrodita!"

Al oír estas palabras, Khosrú se sintió satisfecho y se echó a reír: luego ordenó a su intendente que diera al pescador ocho mil dracmas en lugar de cuatro mil. El pescador se fue con el intendente, que le contó los ocho mil dracmas, y los puso en el saco que le había servido para llevar el pez, y salió.

Cuando pasaba por el patio del palacio, dejó caer del saco, inadvertidamente, un dracma de plata. Enseguida se apresuró a poner su saco en el suelo, buscando aquel dracma y recogiéndolo con verdadera satisfacción.

Y he aquí que Khosrú y Schirín le observaban desde la terraza y vieron lo que acababa de ocurrir. Entonces, aprovechando la ocasión que se le presentaba, exclamó Schirín...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.


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