Ella dijo:
"El rey Kesra, el gran rey de los persas, escribió a su hijo, al que había confiado el ejército de sus ejércitos: "¡Oh hijo mío! desconfía de la tibieza, pues enajenaría tu autoridad; pero no obres tampoco con dureza excesiva, porque hará fermentar la rebelión entre tus soldados".
"Y también se nos ha enseñado que un árabe fué a buscar al califa Abu-Giafar-Abdalah, y le dijo: "Ten hambriento a tu perro, si quieres que te siga". Y el califa se irritó contra el árabe. Y el árabe añadió: "Pero cuídate también de que un transeúnte no alargue un pan a tu perro, porque el perro te abandonará para seguir al transeúnte". Y Al-Mansur comprendió entonces, y se aprovechó del aviso, y despidió al árabe después de haberle obsequiado.
"Se cuenta también que el califa Abd El-Malek ben-Meruán escribió a su hermano Abd El-Aziz ben-Meruán, a quien había mandado a Egipto al frente de un ejército: "Puedes prescindir de tus consejeros y tus escribas, porque sólo te enterarán de lo que ya conoces; pero no descuides nunca a tu enemigo, que es el único capaz de hacerte saber la fuerza de tus soldados".
"Hablan también las crónicas de que el admirable califa Omar ibn-Al-Kattam no tomaba ningún servidor sin imponerle estas cuatro condiciones: no montar nunca en una bestia de carga; no apropiarse jamás el botín ganado al enemigo; no vestirse con trajes suntuosos, y no retrasarse nunca durante la hora de la plegaria. Y he aquí las palabras que le gustaba repetir: "No hay riqueza que valga lo que vale la sabiduría; no hay mejor piedra de toque que la cultura del espíritu y no hay gloria mayor que el estudio y la ciencia".
"El mismo Omar (¡téngalo Alah en su gracia!) fué quien dijo: "Las mujeres son de tres clases: la buena musulmana, que no se preocupa más que de su marido y sólo tiene ojos para él; la musulmana que sólo quiere casarse para tener hijos, y la prostituta, que sirve de collar al cuello de todo el mundo. Y los hombres también son de tres clases: el hombre cuerdo, que reflexiona y obra después de reflexionar, el que solicita el juicio de los hombres ilustrados y sólo obra con la más extremada prudencia, y el mentecato, que no tiene juicio alguno y no pide nunca consejo a los sabios".
"Y el sublime Alí-Abú-Taleb (¡Alah lo tenga en su gracia!) dijo:
"Precaveos contra las perfidias de las mujeres, no les pidáis su parecer; pero no las oprimáis, si no queréis que aumenten sus astucias y sus traiciones. Porque el que no conoce la moderación, va hacia la locura. Y en todas las cosas debéis ateneros a la justicia, singularmente en lo que atañe a vuestros esclavos".
Y cuando Nozhatú iba a seguir desarrollando este capítulo, oyó a los kadíes que decían detrás del tapiz: "¡Maschalah! ¡Nunca hemos oído palabras tan elocuentes, pero quisiéramos oír algo sobre las otras puertas!"
Y Nozhatú, con una transición muy hábil, dijo:
"Otro día hablaré del fervor en los otros tres caminos de la humanidad; pues ya es tiempo de que os diga algo de la SEGUNDA PUERTA.
"Esta segunda puerta es la de los BUENOS MODALES y de la CULTURA DEL ESPÍRITU.
"Y tal puerta, ¡oh príncipe del tiempo! es la más ancha de todas, porque es la de las perfecciones. Sólo pueden recorrerla en toda su extensión aquellos que tienen sobre la cabeza una befidición nativa.
"No os citaré más que algunos rasgos principales".
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana y se calló discretamente.
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