Ella dijo:
"¡Y sobre todo, no tardes!"
Entonces el eunuco salió de la tienda, y empezó a andar por entre la gente dormida, examinándolos uno por uno, pero no encontró a nadie despierto. Y se acercó al encargado, le cogió del brazo y le dijo:
"¡Tú eres el único que ha podido cantar!" Pero el encargado exclamó: "No he sido yo, ¡oh jefe de los eunucos!" Y el eunuco dijo: "No me iré hasta que me digas quién es el que ha cantado esos versos, pues sin averiguarlo no puedo presentarme ante mi ama". Y el encargado, al oír todo esto, sintió mucho más temor respecto a Daul'makán, y empezó a lamentarse, y dijo: "¡Te repito, ¡por Alah! que el que ha cantado es un caminante! Y no me atormentes más, pues, tendrás que dar cuenta de ello en el juicio de Alah. ¡Piensa que soy un pobre hombre que viene de la ciudad de Abraham, amigo de Alah!"
Y el eunuco dijo: "¡Entonces ven a contárselo a mi ama, porque no me cree!" Y el encargado dijo: "¡Oh grande y admirable eunuco! vuelve tranquilo a tu tienda; y si de nuevo se oye la voz, me haces responsable de ello, pues yo solo seré el culpable". Y para calmar al eunuco y decidirle a marcharse, le dijo palabras muy gratas, y le elogió muchas veces, y le besó la cabeza.
Entonces el eunuco se dejó convencer, pero en lugar de volver a donde estaba su ama, a la cual no se atrevía a presentarse, dió media vuelta y se escondió cerca del sitio en que estaba el encargado del hammam.
Mientras tanto, Daul'makán había vuelto en sí, y el encargado le dijo: "¡Levántate, que te voy a contar todo lo que ha ocurrido con motivo de tus versos!" Y le contó la cosa. Pero Daul'makán, que no le prestaba atención, le interrumpió: "¡Oh! no quiero saber nada, no puedo reprimir mis emociones, sobre todo ahora que estarnos cerca de mi tierra".
Y el encargado, lleno de terror, le dijo: "¡Oh hijo mío! no te rindas a las malas sugestiones. ¿Cómo puedes estar tan confiado, cuando yo estoy lleno de miedo por ti y por mí? ¡Por Alah! te ruego que no cantes más versos hasta que lleguemos completamente a tu tierra. ¡Nunca te habría creído tan testarudo, hijo mío! ¡Piensa que la esposa del chambelán quiere castigarte porque no la dejas dormir, y ya ha mandado dos veces al eunuco en busca tuya!
Pero Daul'makán, sin hacer caso de las palabras del encargado, levantó la voz por tercera vez, y cantó estas estrofas con toda su alma:
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- ¡Lejos de mi! ¡Lejos de mi esas censuras que traen la perturbación a mi alma y el insomnio a mis ojos!
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- Me han dicho: "¡Qué desmejorado estás!" Y yo les he contestado: "Aun no lo sabéis bien". Y ellos me han dicho: "¡Eso es el amor!" Y yo les he preguntado: "¿El amor puede aniquilar de este modo?"
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- Y ellos han insistido: "¡Es el amor!" Y yo he dicho: "No quiero amor, ni la copa del amor, ni las tristezas del amor"
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- ¡Ah! ¡Sólo quiero cosas sutiles que calmen, que sirvan de bálsamo a mi corazón atormentado!
Pero apenas Daul'makán acababa de cantar estos versos, apareció súbitamente el eunuco delante de él. Y el pobre encargado del hammam se aterró de tal modo, que huyó a escape, y se puso a mirar desde lejos.
Entonces el eunuco se acercó respetuosamente a Daul'makán y le dijo: "¡La paz sobre ti!"
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.